Ponte mejor que nunca

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equipo gym

Alimentación saludable

Comer saludable siempre ha sido un reto para mí. Y me imagino que para todos. Desde la secundaria, cuando empecé a ir al gimnasio y quise verme lo mejor posible, me he encontrado en una eterna batalla entre lo que me gusta, lo que me hace bien, lo que me recomienda la nutrióloga, las creencias rústicas populares, los dicharachos de abuelita y mil cosas aledañas, que más que aportar, sólo confunden y entorpecen. Demasiada información, demasiados frentes de batalla, demasiado todo. Y eso que cuando yo iba a la secundaria no había smartphones, tantísimas opciones saludables como ahora, ni mucho menos toda esta cultura de bienestar medio atosigadora y moralina que pretende aleccionarnos en todo momento. De milagro había internet, vaya.

La primera vez que alguien me recomendó una dieta fue mi coach del gimnasio, a eso de los trece, catorce años. Era este personaje típico del gremio que te quiere convertir en Schwarzenegger en los setenta: músculos hasta en los párpados, que no se puede ni rascar la espalda porque se estorba a sí mismo. Había que comer seis veces al día, pura verdura, un buen de atún y pollito hervido, nada de refrescos, frituras, nada de eso. Duré dos semanas. Si acaso. De entrada, porque comer seis veces al día es una lata desquiciante. Eso de ir por la vida con tópers, mendigando cubiertos desechables (que ahora sabemos que son de lo peorcito, pero en mi época no eran tan odiados), encontrando dónde sentarse a comer, y demás parafernalia matada y odiosa, sólo no era lo mío. Además, estudios recientes han demostrado que el ayuno intermitente tiene sus ventajas, otro día les platico de aquéllo.

Para seguir, porque ni modo de llevarte atún con verduras de lunch a la secu. No que yo fuera la persona más popular, ni la más bulleada, ni mucho menos, pero, de cualquier manera: sacar una lata de atún apestoso y un itacate de brócoli tieso es la peor de las ideas. En mi escuela en particular vendían una "pizza" horrenda (y ojo con las comillas, que no están de adorno), que lo que en verdad era, eran dos tortillinas encimadas, con salsa de tomate, queso falso y un litro de aceite transgénico. Y listo. Eso era lo más saludable, imagínate.

Una vez saliendo de la escuela ya es más fácil. No lo de comer seis veces al día, pero sí comer medianamente bien. En casa de mis papás había siempre sopa, algún guiso sabroso, arroz/frijoles y verduritas. Ya vamos de gane. Porque la realidad de las cosas es que la dieta típica mexicana de una casa promedio no es tan grave. Siempre que se evite –en medida de lo posible –la fritanga, las aguas sobreazucaradas y los postres, la vamos librando. En vez de milanesa empanizada, evítate el empanizado y date sólo el pollo asado, la pechuga o lo que sea; en lugar de taquitos dorados, que sean tacos de guiso sin freír; en lugar de echarle un kilo de azúcar al agua de limón, mejor una cucharada de chía o, en su defecto, stevia o algo por ese lado; y en cuanto al postre, ésos sí mejor evítalos por completo entre semana, aunque sea. Tampoco estoy diciendo que, tan pronto llegue el sábado, vayas y te atasques como Bruce de Matilda un pastel entero, pero sí una rebanadita después de comer el domingo, viendo el americano. Lo mismo los refrescos.

Si no quieres, no te da tiempo, lo odias, o cualquier otro pretexto, hacer una dieta en forma, que te mande la nutrióloga o alguien competente, por lo menos haz lo que yo hago. Como podrás ver, si pudieras verme, me ha funcionado re bien y por eso la recomiendo ampliamente, pero es cuestión de cada quien buscarle y medirle el agua a los camotes. Soy hombre, mido 1.83m y peso 90 kilos con 17% de grasa. Lo normal para un hombre adulto es entre 15 y 17%, Cristiano Ronaldo tiene 7%.

Tres comidas, tres formas de hacerlas más saludables

En el desayuno pura fruta, algo de cereales, avena o granola (lo menos azucarado posible), café o té. Con evitar el jugo o, peor aún, el refresco, te vas a ahorrar un montón de calorías súper innecesarias. Para variarle, de vez en cuando unos buebitos [sic] con jamón, queso o algo por ahí, vamos bien. El menor aceite posible, por piedad.

En la tarde lo que haya en tu casa/fondita de la esquina, optando siempre por opciones sin empanizar o freír, arroz en vez de frijoles refritos y saltándote el postre. No es tan grave como suena, después de dos, tres semanas de evitarlo, lo dejas de extrañar, créeme.

Y en la cena de preferencia algo de proteína ahora sí súper ñoña: atún, pollo asado, milanesa o pescado sin empanizar, y verduras las que tengas, no le hace. De todo hay opciones veganas ganadoras que puedes checar si te interesa, obvio, pero ahí si fallo: no es mi área de expertise, definitivo. De vez en cuando un sándwich de cualquiera de éstos está perfecto, siempre que evites los refrescos y jugos, ésos casi sí son del Diablo, pura azúcar. Incluso, si eres de los que se rifa ayunar a ratos, aquí sería un buen momento para hacerlo.

Evita también los antojos entre comidas, botanas y monchis engordadores, de perdida entre semana.

El ejercicio, complemento perfecto

Todo esto complementado sí o sí con ejercicio POR LO MENOS tres veces a la semana. Si no, nada de esto va a servir para nada. Tres días a la semana que te vayas a correr al parque con el perro, a los aeróbics ochenteros como los que hacía tu mamá, al spinning para presumir tus atuenditos entallados en los que te ves despampanante, al gym a tirar rostro, o, de plano, seguir desde la comodidad de tu casa videos de crossfit en internet, o como quieras, pero que nunca falten esos tres días, pase lo que pase. Si entras muy temprano a la chamba, hazlo en la noche, o en tu hora de comida, o párate más temprano. Si tienes hijos, ve mientras están en la escuela; si estás de vacaciones, sal a correr a la playa; si estás enfermo, rífate el triple y hazlo mejor de lo normal, pruébate que puedes incluso en las peores condiciones. No faltes nunca, por ningún motivo.

Ya no suena tan grave, ¿no? Hazme caso tres meses y vas a ver cómo, al cuarto, apantallas a los vecinos. Quijada al piso, como de caricatura. Cualquier pregunta, inquietud, queja, sugerencia, comentario, no dudes en hacérmelo llegar a [email protected], que para eso estamos.

Javier Miranda

Editor digital del MundoY

Publicado el martes 31 dic 2019